Publicado el 22 de mayo, 2018.
A sus casi 70 años, sorpresivamente Nelson Estrada Solórzano un pianista de segura digitación y compositor, se decide y asume como artista plástico profesional, aunque desde su adolescencia hacía dibujos y emborronaba colores y se aparece en el panorama dinámica de nuestras artes visuales. Se trata de una fidelidad a la vocación y de un recorrido por la pintura moderna e internacional; en él no hay nada de costumbrismo ni de folklore ni de regionalismo. Todo es o imaginativo o moderno.
Estrada Solórzano crece en un ambiente musical donde los objetos de porcelana, pinturas mitológicas del siglo XIX decoraban las salas de la casa de sus mayores. Esta es su primera exposición personal, 26 telas y canvas; no en vano se titula “Asómate”, invitación a conocerlo como pintor y a conocer su obra primigenia, que lo incorpora a la variada y libérrima tradición de la pintura nicaragüense que es una de las mejores de Centroamérica, como ya apuntamos. Pintor tardío o pintor precoz, dirán, da igual. El valor radica en la pintura, en la factura y acabado. En la mayoría de estos lienzos pareciera predominar una iconografía familiar, algo que hicieron en Europa Picasso, con su hija “Paloma” y su madre, y en América Carlos Mérida y su esposa Dalila e hija bailarina, Ana Mérida, en un vuelo circular de gestos y faldas; Diego Rivera y su esposa Lupe Marín y sus hijas; el maestro nicaragüense Rodrigo Peñalba, quien retrató a todos sus hijos e hijas y a sus nietos y esposa, es decir, modelos personales, entrañables, domésticos, vivenciales, desmitificación de las figuras divinas o sagradas.
En Nelson Estrada surgen el autorretrato, los retratos de sus padres y de sus hijos en diversas edades pero aunque esta temática tiene su importancia, resultaría quizá anecdótica. Lo importante, lo trascendente es su ejecución pictórica, la paleta, la mezcla de la pintura y los dibujos, los fondos en tinta que parecen grafitos, lo que da una sensación de cuadros inconclusos, y que unido a su figuración geométrica, al colorido que denota un estado exaltado de conciencia, su modernidad. Tiene dos retratos de su madre, uno de perfil, contemplativo, “Olga” que podríamos decir intimista y que sugiere muy acertadamente la época de los treintas y otro titulado “Nostalgia en un Vapor de 1919”, que representa a una muchacha sobre cubierta de un barco lleno de evocación y de nostalgia, un cuadro verdaderamente poético, no solo por los pasteles del cielo marino y el rosa del traje de alguien que parte, que navega, que se separa. Un lienzo sentimental, sensible, sensitivo, que vive retroactivamente el tiempo, lo que revela el poder creador del pintor. Otros retratos dignos de admirarse son “Dama Bajo el Arco”, sobre un enladrillado y bajo un arco rojo, con no sé qué sabor oriental y “Felicidad”, de una pareja que es bi-plástico, acrílico y grafito o tinta china al fondo, plenamente logrado.
Es un pintor moderno, entre las múltiples y por tanto complejas tendencias, corriente y escuelas de la pintura actual. Actualidad que quizá arranquen desde los impresionistas. Heterogeneidad que en Nelson Estrada podemos distinguir varias tendencias o motivos, el retratista, el paisaje de “Las Guacamayas en un Chaguital” que participará en la Bienal de Florencia 2019, el pos surrealista, algún expresionista abstracto, o el clásico renacentista. La fuerza de las bestias y la intuición del desastre “Cinco Caballos que Fueron”. Véanse la cuadrilla de caballos y el carro del gladiador volcado al borde del abismo, amén de las técnicas mixtas.
El cuadro paradigmático de esta muestra es “Asómate”, el ojo tras la hoja de papel. Un realismo a la manera del belga René Magritte, cuyo rostro del personaje es una hoja donde asoma un ojo que invita a asomarnos a su obra. Datos como el traje y la corbata y el pelo cano, nos hace suponer a un señor en mayoría de edad. Es un juego entre el espectador, al pintor y el cuadro. El personaje carece de todo rasgo fisonómico con excepción del ojo. El ojo es el medio por cual el lienzo y el espectador establecen su interrelación. La alusión a Magritte es solo aprovechamiento y la figuración realista lo vincula con el surrealismo, más bien con un pos surrealismo, con una realidad inventada o recreada. Véase “Alegoria al Flautista de Monet” de cuyo instrumento salen las notas y las claves evidenciando la música que es sonora y aquí resulta únicamente visible.
Parte de esta invención es el colorido y el anticolorido, por ejemplo, el paisaje en blanco, grises y celestes tenues en “En Un Paisaje Frio” y los personajes de una familia aparecen, uno en blanco y el fondo negro “Hombre con Fondo Negro” y los otros blancos adquieren un rosado subido o levemente subido que los hace irreales o subreales, “Tres Edades”, y no solo la piel sino los fondos y los trajes. Véase el retrato de su padre “Don Mariano Estrada Díaz”, corbata roja y fondo rojo marrón y el autorretrato obviamente de Nelson Estrada con la cabeza algo reclinada, reflejando su interior y un marco dorado de fondo y un respaldo quizá rojo oscuro, más bien, vacío. El retrato o retratismo no es únicamente el parecido, la similitud fisonómica del modelo, sino la penetración, la interpretación psicológica, la opinión sobre el retratado y-o la retratada.
Volviendo a su aprovechamiento del post-surrealismo hay que reparar en tres piezas “Hermanos en un Bistro Francés”, “Contemplación” y “Cajas Flotantes - El Cuento que Papa Nunca Me Conto”. El primero plantea un contraste entre los dos hermanos y la sombra de la mano y el brazo y la cabeza fragmentadas que proyectan de modo fantasmal sobre la pared. El segundo, “La Contemplación” de un posible antropólogo, médico o científico que observa una humanidad y un entorno trasmutado en un rostro negado por un circulo negro, un mundo de dos círculos verdes, un triángulo rojo y dos franjas blancas que articulan la escena. ¿Serán dos mundos contrastados, contradictorios, la modernidad varia y el rostro clásico, que ausculta esta variedad, este cruce entre el hombre o su rostro y las distintas figuras? y el tercero, “Cajas Flotantes- El Cuento que Papa No me Conto”, otro hombre, un caballero vestido de traje que extrañado ve un mundo lleno de cajas flotantes en un fondo geométrico rojo o en el aire, acaso la caja de pandora, acaso un baúl misterioso, quizá un mundo enclaustrado y ajeno al orden.
Este aprovechamiento del post-surrealismo procede del realismo que simultáneamente cultiva el pintor. Véase, “Bañista Bajo Luna Roja”, el bañista con un sol crepuscular un fondo geométrico en variedad de colores, las cabezas de plátanos “Cuadrados y Patriotas”, o la tradicional naturaleza muerta, el bodegón con un fondo rojo plano, el “Joven con Bola de Soccer”, con fondo de ladrillos, el niño “Rehuso Nadar” que rechaza bañarse ya en el mar o en la piscina, tres posibles hermanos en “Tres Edades”, el joven “Después del Soccer” y el “Niño en Parque de Versalles”.
Del realismo incursiona al hiperrealismo con su “Rodajita de Manzana”, que lo integra a la familia o al cruce del arte con la publicidad, como Andy Warhol. Se trata de una manzana de gran formato, cuyas sombras desde el pistilo la dotan de gran volumen y a su vez la tarjan en la parte central. Es un cuadro muy sencillo, a la vez complejo.
Otro elemento de la obra de Estrada es su geometrismo, triángulos, rombos, cuadrados que le sirven para construir pisos o alegorías, como la bandera patria que se centra en una especie de vitral en su obra “Vitrales”. Por lo menos cinco canvas y telas tienen estos fondos geométricos.
Su obra, aparentemente inicial, pero madurada por largo tiempo, ha recibido el reconocimiento nada menos de la Bienal de Florencia para este año, una de las capitales del milenario Renacimiento pone su pupila en un artista y en el arte de Nicaragua.
Julio Valle-Castillo